Como escritora, Mercedes Valdivieso creía sentir la obligación de ser sincera y denunciar los males de la realidad social, deontología que bien la inscribe en la generación de escritoras del 50. Compleja misión, que cumplió con sutileza y elegancia, pero también con voz directa y efectiva bajo su ficción, en que hay verdades y, en opinión de la autora, estas podrían ser, tal vez, mejor evaluadas y valoradas con el paso del tiempo. No se equivocó. Esa opinión atraviesa su escritura y le da especial carácter a La tierra que les di, novela publicada en 1963 y que la confirmó como portavoz de un pensamiento de mujeres independiente que trasciende y hace sentido fuera de su propio momento. Aquí se cuela una voz, una mirada y una personalidad que hacen sentido incluso más allá de la etiqueta del feminismo y de las problemáticas sociopolíticas propias de la segunda mitad del siglo pasado. Más que feminista —o no solo feminista—, lo suyo es un sello femenino, que apunta a las esencias de la vida, de la maternidad, de los claroscuros familiares, de las convenciones y contradicciones sociales y de la identidad de mujer, a través del tiempo personal y del tiempo histórico. Son rasgos identitarios que atraviesan su obra, porque parecen haber brotado de la intimidad de sus experiencias y conectarse, a la vez, con la realidad, la de su vida y la de otras: con el elemento recurrente de la tierra, con las diferencias y conflictos generacionales, con las tradiciones de un Chile y de un campo chileno que parecen intemporales. Dijo Valdivieso que no era ella la protagonista de sus novelas, pero su mirada y su memoria laten ahí y parecen asomarse fragmentos de su vida, que vivió intensamente y le habló con igual fuerza a una sociedad que aún puede encontrarse a sí misma en estas letras y relatos que, sin dudas, entretienen, emocionan e interpelan, denunciando y anunciando las contradicciones de un mundo que, de algún modo, pervive aún en nuestro presente.